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La historia de los saludos: del apretón de manos al “namasté” 

Dos besos, un tímido abrazo o una reverencia. Solo con la forma de saludar es posible viajar por todo el mundo sin moverse de casa o reconocer la procedencia de una persona sin que diga una sola palabra. Los saludos forman parte de la cultura de una comunidad y tienen, como casi todo, una historia detrás. 

El inicio de estos gestos se remonta a la antigüedad y se asocia con la necesidad de demostrar que no se portan armas, como una especie de señal de paz. De algún modo, en un conflicto, estos servían para probar que no se iba a agredir al otro. Con el tiempo, los saludos evolucionaron para incluir demostraciones de respeto y confianza, además de variar según el país y la relación entre las personas. 

El origen del apretón de manos

Existen diversas teorías sobre los orígenes del apretón de manos. La más popular sostiene que comenzó como un gesto de paz: servía para demostrar que no se portaban armas y, al mover las manos arriba y abajo, se comprobaba que nadie escondía nada en las mangas.

Este gesto aparece representado ya en la antigua Grecia, en cerámicas y lápidas que muestran a dioses cerrando tratos, guerreros antes del combate o almas que llegan al inframundo.

En el siglo XIX, en Estados Unidos, estrecharse la mano se popularizó como forma de saludo impulsada por los cuáqueros, una comunidad religiosa fundada en Inglaterra en el siglo XVII que promovía la igualdad y la cordialidad entre las personas.

El beso

El beso como saludo también tiene una larga historia, especialmente en el mundo occidental. Los romanos lo usaban con distintos significados según la cercanía entre las personas: el osculum (beso en la mejilla, entre amigos), el basium (en los labios, entre esposos) y el suavem (entre amantes).

El cristianismo incorporó pronto este gesto, usándolo en ceremonias religiosas. De hecho, San Pablo, en su Epístola a los Romanos, recomendaba a sus seguidores “saludarse con un beso sagrado”.

En la Edad Media, el beso también se empleaba como símbolo de fidelidad y para sellar acuerdos. Sin embargo, durante la epidemia de peste que asoló Europa en el siglo XIV, la costumbre cayó en desuso, especialmente en Francia. No volvería a generalizarse hasta después de la Revolución Francesa, en 1789.

Namasté en India y Nepal

El saludo namasté tiene una historia milenaria que se remonta a varios miles de años atrás. Según explica Divya L. Selvakumar, un hindú con raíces familiares en Tamil Nadu y fundador del Servicio Mundial Hindú Americano, el gesto se menciona ya en el Rig Veda, el más antiguo de los cuatro textos sagrados del hinduismo.

namaste

El término sánscrito namasté se traduce como “inclinarse o hacer una reverencia ante ti”. En palabras de Selvakumar, al hacerlo “una persona inclina ligeramente la cabeza para significar: el Divino dentro de mí se inclina ante el mismo Divino dentro de ti”. Este gesto expresa respeto, gratitud y reconocimiento mutuo.

Además, se considera un mudra —un gesto simbólico de las manos— que, cuando se realiza con sinceridad, aporta humildad y reverencia, e incluso se cree que protege espiritualmente a quien lo practica.

Otros saludos que quizás no conocías

En Japón, inclinar la cabeza es la forma más común de saludo. La profundidad y duración de la inclinación varían según el grado de formalidad: cuanto más respetuoso sea el encuentro, más profunda y prolongada será la reverencia.

En Nueva Zelanda, el saludo tradicional maorí se llama hongi. Consiste en estrechar la mano y acercar el rostro hasta que las narices se tocan suavemente. En ese momento, ambos cierran los ojos y mantienen la posición unos segundos. Este gesto simboliza el intercambio del aliento vital, una muestra profunda de conexión y respeto.

¿Conoces algún saludo curioso o poco habitual de otra cultura? ¿Cuál ha sido el más sorprendente con el que te has encontrado¿ ¡Te leemos en los comentarios!