Cuesta imaginar a un grupo de personas ayudando a terminar la Mona Lisa de Da Vinci o el Guernica de Picasso. Sin embargo, el arte (que esconde un sinfín de misterios y posibilidades) ha evolucionado hasta tal punto que la interacción y la integración con el que lo observa se ha convertido en una pincelada más.
En esta Pausa queremos aprovechar para conocer algunos singulares ejemplos que revelan cómo es posible crear una obra de arte partiendo del autor y desafiando al mundo a completarla.
Desde el arte público hasta murales colaborativos, existen diferentes corrientes que involucran a la comunidad en el proceso creativo, permitiendo que los participantes contribuyan a su finalización o incluso asuman un rol activo en su creación.
The Pool de Jen Lewin
Inspirada en el reflejo de la luna en el mar de Australia, The Pool es una de las obras más conocidas de la artista Jen Lewin. Un entorno de círculos concéntricos gigantes creados a partir de almohadillas circulares interactivas en el que el movimiento colaborativo crea efectos de luz y color, dando lugar a la obra de arte en sí.
Lewin desarrolló una tecnología concreta para llevar esta experiencia a todo el mundo. Mediante una red en malla y código personalizado, los visitantes pueden activar plataformas que responden al tacto, lo que fomenta la participación en una composición en constante cambio.
The Pool ha recorrido más de sesenta recintos de exposición en más de veinte países en los últimos trece años, entre ellos: Abu Dabi, Pekín, Hong Kong, Estambul, Jerusalén, Lisboa, Los Ángeles, Ciudad de México, Nueva York, Praga, Shanghái, Sídney y Taipéi.
Mural colaborativo en el barrio de San Antón en Alicante
Un mural artístico colaborativo es una obra de arte creada por un grupo de personas que trabajan juntas para expresar su creatividad y un mensaje común, a menudo en un espacio público. Un ejemplo cercano, sin salir de las fronteras de la geografía española, es el Proyecto Cultural y Comunitario. Educación artística en el barrio de San Antón, que ha dado una nueva vida a una pared ubicada en el corazón del entorno alicantino. Todo ha sido gracias a una unión entre estudiantes de Diseño Gráfico de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Alicante (EASDA) y los vecinos de la zona.
Tras varias sesiones artísticas de trabajo, más de 100 personas (entre estudiantes, profesorado y vecindario) han finalizado esta obra, que rinde homenaje a las personas que a lo largo de su vida han luchado por mejorar el barrio de Alicante.
La obra colectiva Before I Die de Candy Chang
Esta instalación comenzó como una intervención urbana en Nueva Orleans, cuando la artista Candy Chang pintó con pintura de pizarra una pared abandonada y escribió en ella la frase “Before I die I want to…” (lo que significa “Antes de morir quiero…”). Debajo dejó espacio para que los transeúntes completaran la oración con tiza.
Lo que comenzó como un experimento personal de duelo y reflexión se transformó rápidamente en una obra colectiva: cientos de personas compartieron sus sueños, anhelos y confesiones, convirtiendo la pared en un testimonio vivo de esperanza y vulnerabilidad humana. El proyecto ha sido replicado en más de 70 países, en más de 30 idiomas, demostrando que el arte público puede ser un catalizador de conexión emocional y comunitaria.
Yoko Ono y su árbol de los deseos
Más allá de su historia de amor con John Lennon, Yoko Ono es una figura clave del estilo conceptual. En su creación Wish Tree, decidió invitar al público a escribir un deseo en un pequeño trozo de papel y colgarlo de las ramas de un árbol vivo.
La obra, sencilla en apariencia, cambia con cada participación. Son miles de mensajes personales escritos por manos anónimas que convierten el árbol en una escultura emocional colectiva. Ono ha instalado árboles de los deseos en museos, jardines y plazas de todo el mundo, y afirma que la obra no está completa hasta que las personas intervienen.
¿Conoces alguna otra obra donde el espectador haya tenido un papel determinante? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!