Celebrar un momento feliz comiendo un delicioso bombón o terminar un día malo saboreando medio litro de helado de chocolate como método para sentirse mejor. Estas escenas no son solo propias de las películas palomiteras de Hollywood, también se experimentan en la vida real. El chocolate es el resultado de una combinación de cacao con otros ingredientes, como el azúcar o la leche, y cuyo papel en la sociedad es casi trascendental. Pero, ¿qué hay detrás de esta fuerte asociación entre chocolate, recompensa y placer?
La grasa, causante de una experiencia sensorial única
Parte del atractivo del chocolate se debe a su particular textura en boca. Investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) han demostrado que los ingredientes del chocolate interactúan con la saliva generando una fina película grasa que recubre la lengua. Este efecto proporciona una cremosidad continua durante todo el tiempo que el chocolate permanece en la boca, prolongando la sensación de placer.
La grasa es crucial en este proceso: en cuanto el chocolate entra en contacto con la lengua, libera partículas sólidas de cacao que, junto a la película grasa, refuerzan la sensación táctil característica. Esta experiencia multisensorial hace del chocolate un alimento único, capaz de estimular tanto el gusto como el tacto.
Los efectos del cacao en el cerebro
Más allá de lo sensorial, el chocolate influye directamente en nuestra química cerebral. El cacao es rico en polifenoles, especialmente flavanoles, con potenciales efectos beneficiosos sobre la salud. Estudios como el de Orozco-Arbelaez y colaboradores, publicado en Nutrición Hospitalaria, sugieren que el consumo habitual de chocolate negro podría asociarse con mejoras en la función cognitiva de personas mayores. Aunque este campo aún genera debate, los resultados apuntan a que los flavanoles podrían contribuir al rendimiento cerebral y a un envejecimiento más saludable.
El chocolate también contiene compuestos que actúan sobre el sistema nervioso de formas muy particulares. Por ejemplo, puede inducir la liberación de moléculas endógenas con efectos similares a los opioides, generando sensaciones de euforia y bienestar. A ello se suman compuestos semejantes al estrógeno, antioxidantes y antiinflamatorios, lo que refuerza su atractivo tanto a nivel biológico como psicológico.
Factores culturales y emocionales
El chocolate no solo es placer en términos bioquímicos; también lo es desde la perspectiva cultural y social. Durante décadas ha estado vinculado a celebraciones, recompensas y gestos de afecto, reforzando su valor simbólico. El árbol del cacao es originario de la cuenca amazónica, pero durante el II milenio a.C. se adaptó en Mesoamérica. Además de ser considerado un alimento sagrado de los dioses, y, por lo tanto, consumido por las élites, sus vainas también se utilizaron como moneda y tuvo usos cosméticos y medicinales.
En cualquier caso, un trozo de chocolate puede significar amor, amistad o consuelo. Esa carga cultural potencia la percepción de que el chocolate es un premio en sí mismo. Varios estudios han mostrado que las mujeres reportan con mayor frecuencia que el chocolate mejora su estado de ánimo.
En una investigación con estudiantes y sus padres, se observó que el 33 % de las mujeres participantes cumplía con criterios de ‘adicción sustancial al chocolate’, frente al 14 % de los hombres. Factores hormonales, como los niveles altos de progesterona, parecen intensificar estos antojos, explicando por qué el deseo de chocolate se vive de manera distinta según el sexo.
Como amantes del chocolate que somos, te invitamos a seguir descubriendo más sobre el universo que lo rodea. ¡Nos leemos en la próxima Pausa!


