Muchas expresiones, gestos y formas de vestir que hoy nos resultan extrañas o incluso ridículas, fueron en su momento absolutamente normales. Lo mismo ocurre cuando una generación escucha a otra: por ejemplo, los boomers al oír hablar a los millennials, y viceversa. La evolución de las costumbres siempre va ligada a una cultura y a una lógica que responden a su época, aunque hoy nos cueste entenderlas.
En esta Pausa, repasamos algunas prácticas que en su tiempo fueron habituales y que ahora nos parecen, cuanto menos, curiosas:
Llevar corsé, un must del estilo
El corsé fue una prenda clave en la moda europea durante varios siglos. Surgió en el Renacimiento, en el siglo XVI, como una pieza destinada principalmente a las mujeres. En el siglo XIX, también los niños (tanto niñas como varones) lo usaban, aunque con propósitos distintos: en su caso, se utilizaba para corregir la postura o sostener la ropa.
En los adultos, el corsé tenía como objetivo moldear la figura y afinar la cintura, sin distinguir clases sociales. Sin embargo, su uso extremo provocaba desmayos frecuentes debido a la compresión excesiva. Estudios médicos actuales han confirmado los riesgos del uso prolongado, incluyendo problemas respiratorios, digestivos y musculoesqueléticos.
Lucir siempre una peluca
El uso de pelucas ha tenido distintos significados a lo largo de la historia, desde símbolos de estatus y moda, hasta razones higiénicas o teatrales. En la antigua Grecia y Roma era un signo de poder. En el siglo XVIII, las pelucas empolvadas fueron sinónimo de nobleza y elegancia en Europa. Hoy, su uso se limita principalmente al cine, los espectáculos, ciertos rituales religiosos o para personas que padecen calvicie.
Comer arcilla para hacer una buena digestión
La bucarofagia es la práctica de ingerir arcilla, barro o tierra. Ha sido común en diversas culturas, ya sea por creencias medicinales, por efectos supuestamente alucinógenos, o como una forma de obtener minerales.
En España, esta costumbre fue especialmente popular entre las damas de la corte madrileña durante los siglos XVI y XVII. Se cree que fue introducida por los árabes. Con el tiempo, se convirtió en una moda excéntrica, aunque también generaba preocupaciones por sus efectos sobre la salud.
Poner monedas en los ojos de los muertos
En la Antigua Grecia era costumbre colocar monedas sobre los ojos de los difuntos como forma de pago al barquero Caronte, encargado de transportar las almas al otro lado del río Estigia, hacia el Inframundo. Quienes no llevaban las monedas, quedaban condenados a vagar eternamente. Este ritual reflejaba el profundo respeto que los griegos sentían por la transición hacia la otra vida.
Máquinas de baño en la playa
Durante los siglos XVIII y XIX, bañarse en el mar era todo un ritual de recato, especialmente para la alta sociedad. Por eso se popularizaron las llamadas ‘máquinas de baño’: estructuras móviles con ruedas, puertas y cortinas, que permitían a las personas cambiarse y entrar al mar sin ser vistas. Estas cabinas se usaban en playas frecuentadas por la aristocracia, donde el pudor y la etiqueta eran fundamentales incluso a la hora de disfrutar del agua.
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