Aunque pueda parecer una incongruencia, las palabras se leen, pero también pueden mirarse. Desde los antiguos poemas visuales hasta los caligramas modernos, existe una forma de arte en la que la escritura se convierte en imagen y la imagen en palabra. Son las llamadas palabras dibujadas, una mezcla entre literatura y arte visual que invita a leer con los ojos tanto como con la mente.
El caligrama, definido como poema que adopta la forma de aquello que describe, cambia el texto y lo convierte en un dibujo. De este modo, la lectura acaba por ser una experiencia estética completa. En un caligrama, un poema sobre un árbol puede ramificarse; un texto sobre el mar puede ondular como las olas; un canto al amor puede trazar la silueta de un corazón.
Este tipo de poesía visual tiene raíces antiguas. Ya en la Grecia helenística, poetas como Simmias de Rodas componían versos con forma de huevo o de alas. En el siglo XVII, el inglés George Herbert escribió Easter Wings, un poema que adopta la forma de unas alas abiertas, símbolo de la resurrección. Pero fue el poeta francés Guillaume Apollinaire, a principios del siglo XX, quien dio nombre y fama a esta forma con su libro Calligrammes (1918).
Entre sus obras más conocidas destaca Il pleut (Llueve), donde las palabras caen en líneas verticales, como gotas sobre el papel. Otro ejemplo célebre es su poema con forma de paloma, símbolo de paz y libertad. En ambos casos, el sentido y la forma se entrelazan: la disposición del texto no es un adorno, es una parte esencial del mensaje.
En el ámbito hispano, Vicente Huidobro, pionero del creacionismo, también experimentó con la disposición visual del poema. En su obra Altazor, las palabras parecen caer en espiral, como si el lenguaje mismo se precipitara desde el cielo. Más recientemente, artistas visuales y poetas digitales continúan esta tradición, utilizando programas de diseño o animación para crear caligramas en movimiento, donde la poesía literalmente cobra vida.
¿En qué se diferencian las palabras dibujadas?
El poder de este fenómeno estético radica en su doble lectura: una verbal y otra visual. El lector interpreta lo que el texto dice y lo que su forma sugiere. En ese encuentro entre el ojo y la palabra, entre el trazo y el sentido, surge una nueva dimensión del lenguaje: una poesía que se ve, se contempla, se habita.
En la era digital, los caligramas encuentran nuevas formas de expresión. Tipografías, animaciones y herramientas gráficas permiten que la poesía visual evolucione más allá del papel, mezclando texto, color y movimiento.
Las palabras dibujadas recuerdan que el arte no siempre necesita grandes discursos. A veces, basta con una sola palabra para dibujar el universo entero. Y tú, ¿conocías la existencia de las palabras dibujadas? ¡Compártelo con nosotros en comentarios!


