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Qué hemos aprendido desde los años 80 sobre la capa de ozono y los gases refrigerantes

La concienciación sobre la contaminación y su  impacto ambiental es hoy mucho mayor que hace apenas unas décadas, cuando apenas había control  sobre las emisiones de contaminantes. Aunque actualmente contamos con normativas y protocolos internacionales que regulan estos aspectos, todavía queda un largo camino por recorrer. Por ello, queremos reflexionar sobre la relación entre los gases refrigerantes y el medio ambiente, y sobre lo que hemos aprendido desde los años 80 hasta ahora.

Los gases fluorados y las sustancias que agotan la capa de ozono (SAO), presentes en aparatos cotidianos como sistemas de refrigeración, aire acondicionado o bombas de calor, son potentes gases de efecto invernadero generados por la actividad humana. Su potencial de calentamiento global puede llegar a ser miles de veces superior al del dióxido de carbono (CO₂). Además, algunos de ellos afectan directamente a la capa de ozono. Por esta razón, en las últimas décadas se han reforzado las normas internacionales, especialmente en Europa, con el objetivo de reducir drásticamente sus emisiones.

En la década de 1980 se comprobó que compuestos como los CFC (clorofluorocarbonos), los HCFC (hidroclorofluorocarbonos) y los halones destruían la capa de ozono al liberar átomos de cloro y bromo bajo la acción de la radiación ultravioleta. Esto validó por completo la hipótesis de Rowland, Crutzen y Molina, quienes recibieron el Premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones.

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Desde entonces, los refrigerantes CFC se han ido sustituyendo por alternativas menos dañinas, como los HCFC y los HFC. Sin embargo, estos últimos, aunque no destruyen directamente la capa de ozono, siguen teniendo un elevado potencial de calentamiento global. En muchos países en desarrollo, el sector del mantenimiento de equipos de refrigeración y aire acondicionado todavía emplea sustancias que agotan la capa de ozono, como los CFC y HCFC, lo que supone un desafío para la transición hacia sistemas más sostenibles.

Lo que también se sabe sobre los gases refrigerantes y el cambio climático

Hoy sabemos que el problema no se limita solo a la capa de ozono. Los gases refrigerantes de última generación, como los HFC, se han convertido en un factor importante del cambio climático debido a su capacidad de atrapar calor en la atmósfera. Aunque no afectan al ozono, su huella climática es muy elevada y puede contrarrestar parte de los avances logrados en otros sectores.

De ahí la importancia de promover tecnologías alternativas: desde refrigerantes naturales como el CO₂, el amoníaco o los hidrocarburos, hasta sistemas más eficientes que reduzcan la necesidad de energía. El reto está en acelerar esta transición a nivel global, apoyando especialmente a los países en desarrollo, donde la demanda de equipos de climatización crece cada año y el impacto futuro puede ser decisivo.