#Vuelveabailar, por un 2020 a ritmo de disco
El próximo mes de febrero, se cumplen 40 años del cierre de la legendaria y excéntrica discoteca neoyorquina Studio 54, templo de la música disco desde abril del 77, y que reunió entre sus controvertidas paredes a personalidades dispares.
Desde este blog, y coincidiendo con el lanzamiento de nuestro calendario anual, queremos hacer un humilde homenaje a la música disco, aquella que aún hoy nos sigue haciendo mover las caderas. Un estilo musical que revolucionó el panorama de la época, y que no siempre fue bien tratado. Pero antes de seguir leyendo, te recomendamos que te pongas en contexto, así que dale al play, #VuelveABailar y disfruta de la lectura.
La música disco nació como forma de evadirse a un panorama político y social convulso y poco alentador. La Guerra de Vietnam ya duraba demasiado, y había hecho mella en la sociedad estadounidense, especialmente en los jóvenes. En este contexto de conflicto bélico y de represión policial contra afroamericanos y homosexuales, el mundo comenzó a cambiar y a luchar por sus derechos.
Los colectivos más marginados encontraron en la música disco una forma de liberación a través del baile en masa; y en los clubes, un refugio en el que evadirse de la vida cotidiana.
La música disco tiene sus orígenes en ritmos como el soul, el funk o el RnB de los sesenta, aunque también incorpora matices de la música latina. Es un estilo abierto que invita al baile a través de la percusión, del beat;pero también de sonidos de bajo, de instrumentos de cuerda, de piano y del arma más poderosa de las voces de este estilo musical: el falsete.
Barry White fue uno de los precursores de este estilo, aunque el término disco lo popularizó el crítico musical Vince Aletti cuando lo incluyó en la revista Rolling Stone en un artículo que hablaba sobre los clubes que empezaban a ponerse de moda en Nueva York. Artistas claves de este movimiento fueron Donna Summer, The Village People, los Jackson 5 o Gloria Gaynor, aunque sin duda las caras más internacionales del mismo fueron las de ABBA y The Bee Gees.
El DJ era por aquella época el sumo sacerdote, y la pista de baile el lugar donde se medía el éxito de las canciones del momento. Tal era la fiebre por la música disco, que artistas que normalmente danzaban fuera de ese género, empezaron a orbitar en la onda de lo disco, como Rod Stewart (Do you think I’m sexy?), Kiss (I was made for lovin’ you) o Blondie (Heart of glass). Además, películas como la popular Saturday Night Fever, protagonizada por John Travolta, ayudaron a acercar este estilo musical al público internacional y a impulsar aún más la carrera musical de los Bee Gees, que llegaron al número uno de las listas con temas como Stayin’ alive.
El fenómeno disco también llegó a Hollywood de la mano de Disney, que llegó a publicar en 1979 Mickey Mouse Disco, un LP con versiones en inglés y castellano; y hasta al barrio más querido de la televisión, Barrio Sésamo, con Sesame Street Fever. Este impacto de la música disco en otros ámbitos mediáticos fue la evidencia de su gran importancia, aunque paradójicamente también fue el principio del fin; ya que poco después le llegaría el descrédito y el olvido.
Studio 54
Como ya hemos mencionado, la música disco trajo consigo la proliferación de clubes como Magique, L’Amour Sanctuary o The Limelight. Pero sin duda el rey de reyes se situaba en Manhattan, concretamente en la Calle 54 Oeste.
Studio 54, o Studio a secas como se le llegó a llamar, se convirtió en el baluarte de la música disco en Nueva York. De ahí salieron las famosas versiones de 12 pulgadas, que no eran más que extensiones que los DJ hacían de las canciones con mezclas para hacerlas más bailables.
El ambiente exclusivo y elitista de Studio 54, contrastaba con la asistencia del público general, que accedía si el doorman, Marc Benecke, daba su beneplácito. En palabras de Andy Warhol, “La clave del éxito de Studio 54 fue que era una dictadura en la puerta y una democracia en la pista de baile”.
Por esa pista pasaron personalidades como Yves Saint Laurent, Diana Ross, Salvador Dalí, Donald Trump, Bette Davis, Lizza Minelli o Mick Jagger con su ex esposa, Bianca, que llegó a aparecer en el club montada en un caballo blanco para celebrar su cumpleaños. En Studio se respiraba un ambiente de libertinaje; los palcos eran carne de cañón de encuentros sexuales, y la droga corría como la pólvora.
El local tuvo tanto éxito, que uno de sus dueños, Steve Rubell afirmó haber ganado 7 millones de dólares en 1979. Poco después Rubell y su socio, Ian Schrager fueron detenidos por evasión de impuestos. La fiesta de clausura del local tuvo lugar en febrero de 1980 y fue llamada «El final de la Gomorra moderna». Se cuenta que la última copa que se sirvió esa noche, se la bebió Sylvester Stallone.
El día que murió la música disco
Si hay una expresión que pueda atribuirse al fin de la música disco es la de “morir de éxito”. Su omnipresencia llegó a hartar a la gente, hasta que el 12 de julio del 79 murió en un evento llamado “Disco Demolition”. Este evento, alentado por el DJ Steve Dahl, convocó a muchos seguidores, principalmente hombres blancos, a la quema de vinilos de música disco con la consigna “Disco sucks”. Este hecho se produjo en un estadio de béisbol de Chicago durante el descanso de un partido, y en el que tuvieron que intervenir los antidisturbios.
Sin embargo, la música disco aún continúa presente, siendo la base de géneros como el techno y el house. Además, numerosos artistas actuales continúan inspirándose en la música disco. Es el caso de Madonna, con su álbum Confessions on a dance floor, Daft Punk (Get Lucky), o Maroon 5 con Makes me wonder.
Pero si hay una canción de la música disco que ha calado hondo en nuestros días es el I will survive de Gloria Gaynor, himno de la comunidad LGTB, que parece toda una declaración de intenciones: larga vida a la música disco.
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