Tutankhamón: un siglo del descubrimiento más fascinante que encumbró a Egipto

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Año 1922. Egipto era un terreno efervescente en el que intrépidos aventureros, apasionados por la arqueología, ansiaban por cualquier pista de antigua civilización que les permitiera escribir una nueva página de su cuaderno de campo. La aridez, el calor y la feroz competencia entre cazatesoros, todo unido a una cultura lejana y a una lengua ininteligible, se convertían en obstáculos a superar para este grupo de occidentales, formado por audaces hombres dispuestos a cualquier sacrificio por descubrir los misterios de una civilización con tan anhelada historia.

En el mes de noviembre, entre todo este bullicio, alguien encontró algo. Mientras lo descubría, poco a poco, pensó: “tengo que estar muy seguro”. De ser cierto lo que estaba examinando, la noticia correría como la pólvora y no solo le pondría en un gran compromiso a él, sino a los periodistas que difundieran los hechos y al lugar donde todo esto estaba teniendo lugar. Algo muy grande se avecinaba. 

Tras las puertas de la antecámara e iluminado por una antorcha que él mismo empuñaba, se mostraba impetuosa la tumba del faraón Tutankhamón: 50 piezas de arte que “superaban a cualquier cosa que hubieran podido imaginar”: jarrones, papiros, cabes de león, efigies negras de marfil con sandalias de oro, sofás dorados y cuantiosos objetos más que obnubilaban a sus descubridores en todo su conjunto.

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El equipo de arqueólogos, un grupo de británicos liderado por Howard Carter, ya había hecho historia: en ese momento comenzó un aluvión de visitantes, periodistas y curiosos tras haber corrido la noticia y se vieron obligados a cerrar el acceso para que todos aquellos tesoros y el lugar en el que se encontraban no corrieran riesgos. Tal fue la expectación que los derechos de la historia completa fueron vendidos en exclusiva al periódico Times por 5.000 libras, que fue informando de todas las fases del descubrimiento a sus lectores, que pudieron ver cada uno de los detalles de las joyas que encontraban en el mágico enclave. 

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Finalmente, y tras un largo y delicado proceso de categorización de los objetos, en octubre de 1925 se procedió a la apertura del sarcófago del faraón. En su cuaderno de campo, Carter plasmó la sensación que tuvo al contemplar tal cantidad de oro junto: «Empecé a ser consciente del alcance de todos los robos que había habido en Luxor». A raíz de este hallazgo, Tutankamón pasó a ser uno de los faraones más famosos en la memoria colectiva, a pesar de que únicamente gobernó durante alrededor de diez años (desde el ~1335 hasta el ~1325 a.C.) y su papel en la historia de Egipto es más bien secundario.

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Este descubrimiento tuvo una magnitud tan grande en la sociedad de hace un siglo que provocó que se modificaran las leyes sobre excavaciones en Egipto, en su forma de proceder y en lo concerniente a qué sucedía con los objetos que en ellas se encontraban. El acontecimiento impulsó un interés de una dimensión que rompió todos los moldes y desde entonces se creó una nueva forma, mucho más escrupulosa, de documentar, analizar y conservar la información sobre los descubrimientos. Y, lo más importante: fue el nacimiento de la fascinación sobre el Antiguo Egipto que hoy en día se mantiene a lo largo y ancho del planeta.

Para celebrar el 100º aniversario del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón, la Universidad de Oxford ha organizado una exposición bajo el nombre de Tutankamón: anatomía de una excavación con interesantísimos objetos (como muestras del cuaderno de campo de Carter, fotografías o planos) que documentan cómo sucedieron los hechos de este histórico acontecimiento. Podrá visitarse gratuitamente dentro de la Biblioteca Bodleian y estará disponible hasta febrero de 2023.

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