La banda sonora de aquel verano / microrrelato
Esta es una historia refrescante ofrecida por nuestros amigos de microcuento.es, comienza su lectura con tu café, refresco o snack favorito. Ponte cómodo y disfruta.
Cala Murada, Mallorca, 1 de agosto de 2019.
Se cruzaron las miradas a través de sus gafas de snorkel. Las burbujas en el estómago eran mayores que las que se les escapaban de los tubos y, aún así, consiguieron recuperar la respiración para presentarse entre peces de colores.
Se cruzaron las miradas a través de sus gafas de snorkel. Las burbujas en el estómago eran mayores que las que se les escapaban de los tubos y, aún así, consiguieron recuperar la respiración para presentarse entre peces de colores.
Aquel verano que se condensó en tres días, navegaron en un catamarán, durmieron en la playa, se bañaron desnudos a la luz de la luna, bebieron vino hasta el amanecer y hablaron de canciones. Canciones que desde ese momento fueron el resumen perfecto a su historia de amor.
Se imaginaron protagonistas de los anuncios de ensueño de esa marca de cerveza que ahora ellos replicaban a su estilo y fantasearon toda la vida en un solo verano bajo los atardeceres de aquellas playas paradisíacas del mediterráneo.
Cantaron a grito pelado esa canción de The Triangles, “Applejack”, porque a veces las cosas más fuertes y maravillosas son aquellas que no podemos ver, aunque quizás ellos aún no lo sabían.
Alzaron las copas y se prometieron un futuro juntos. Les daba miedo lo que estaban sintiendo, pero no puedes decir “no” al amor para siempre. “You can’t say no forever”, le dijo él. Las historias de verano pueden tener un final feliz y ellos estaban dispuestos a inventar el suyo propio.
– ¿Podemos quedarnos aquí para siempre? – preguntó ella mirando las estrellas.
– Sí, mi baby blue. Sí si hacemos de mañana un “para siempre” – le contestó él con los ojos empañados y la voz temblorosa.
Esa última noche solo se dedicaron a mirarse a los ojos, sabiendo que la historia que los había unido esos días estaba tocando a su fin. El sol entró insolente y amenazante por las persianas de la habitación que les había visto ser más ellos que nunca.
Aquello había sido realmente fantástico y no podían dejar que terminara de esa manera, así que se encerraron en aquella habitación del hotel, que había sido su particular burbuja de aislamiento, y tiraron la llave al mar al que horas antes, con el corazón y el estómago encogidos, le habían jurado quererse toda la vida. Debe haber otra forma de vivir, pensaron.
Cuando finalmente los sacaron los de recepción entre gritos y la acompañó muy a su pesar al aeropuerto, no le salían las palabras. Solo pudo decir muy bajito: “I wish that I could see you soon” y darle un triste beso, que a ella le supo a nada, en la mejilla. Pero ese beso lo recordarían cada día, verano tras verano.
Mientras avanzaba por el control de seguridad, le gritó “¡te quiero!”, pero ya era demasiado tarde. Ya no le escuchaba entre el rumor de la gente.
Aquella noche, mientras su amor de todos los veranos estaba ya en quién sabe dónde, él solo podía tararear tristemente “I wanna be with you tonight”, pero eso no le devolvió a esa chica rubia a su lado en el camarote. Ese verano acabó y esta vez no duró lo que tarda en llegar el invierno. De hecho el invierno llegó excesivamente pronto y a ambos les duró un largo tiempo dentro.
Cala Conta, Ibiza, 21 de julio de 2039. Es demasiado rubia, pensó, y no tenía tantas pecas, ¿o sí?
Se devanaba los sesos intentando recordar con detalle la cara de esa chica. 20 años eran demasiados para reconocerla, aunque pensándolo bien, veinte años no es nada. No puede ser, las Islas Baleares son grandes, el mundo es enorme, ¿qué posibilidad hay de que volvamos a coincidir?
“Pieza donde se atan las cuerdas, 6 letras”. La voz de su mujer lo sacó de su ensoñamiento. Pero no pudo responder. Su español era bastante bueno, pero aún no había alcanzado el nivel suficiente para definiciones complicadas. María lo sabía y le gustaba chincharle. “Mi pequeño espairish” le llamaba a veces con sorna haciendo referencia a sus raíces irlandesas.
El único pasatiempo que Patrick veía en su cabeza era una sopa de letras en la que buscar el nombre de esa chica de la que solo recordaba que había sido su “fantastic shine” de aquel verano.
De repente el móvil de Patrick sonó estrepitosamente. Fue a consultarlo y vio que tenía una notificación de Facebook. Una tal Sofía le invitaba a ser su amigo cuando ya habían sido mucho más hace tiempo.
“This all happened fast
But I know how I feel
Like you were the sand
And I was the sea”
Mientras la voz de Sofía le llevaba a ese lugar para los dos, Patrick despertó de golpe. Solo había sido un increíble sueño que había tenido la noche antes de viajar hacia Ibiza con su mujer. La primera parada sería Cala Conta. Removiendo el café del desayuno, como cada mañana, Patrick pensó que ojalá el verano que viene tuviera otra historia que contar.
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