Cinco momentos locos de la historia del café
Tomar un café es una práctica cotidiana que une a las sociedades de distintos lugares del mundo y para millones de personas es parte vital de su día a día. Sin embargo, hubo un tiempo en el que el café no era la bebida de las mañanas y tomar una taza no era el impulso de energía que necesitase la gente para impulsar su ánimo cada mañana.
No todos conocen la procedencia de este grano y su uso. Su historia más documentada se remonta al siglo XV, y la evidencia irrefutable más temprana de un humano tomando un café data de los monasterios sufíes en Yemen, pasando posteriormente por La Meca y Medina, y extendiéndose durante el siglo XVI al Medio Oriente, sur de India, Persia, Turquía, el Cuerno de África y la parte norte de este continente.
Pero, ¿cuándo llegó a Europa y cómo se hizo tan popular? En este post descubrimos algunos de los hitos más curiosos relacionados con su origen.
No fueron los humanos los que probaron primero el café
El origen preciso del café no está totalmente determinado, aunque existen diferentes leyendas que pueden dar pistas sobre su descubrimiento y su uso por parte de los seres humanos.
El café que consumimos en la actualidad en todo el mundo parece que fue descubierto en los bosques antiguos de las mesetas etíopes. Cuenta una leyenda que un pastor de ovejas llamado Kaldi descubrió el potencial de estos granos tras notar una energía inusual en sus ovejas siempre que comían de un determinado árbol.
Por las noches, los animales no dormían y Kaldi comentó este hallazgo con el líder de su monasterio local, que fue a buscar aquellos supuestos granos enérgicos y preparó una bebida con ellos. El líder de los monjes comprobó que, al principio, tomar este “brebaje” le resultaba útil para mantenerse despierto y permanecer alerta durante las largas horas de vigilia y oración nocturna. Rápidamente, el resto de los monjes empezaron a probar también esta bebida y la popularidad de aquellos granos enérgicos comenzó a crecer sin parar hasta llegar al este en la península arábiga, donde oficialmente el camino del café tal y como lo conocemos hoy en día se trazaría hacia el resto del mundo.
Fue allí donde empezaron a abrirse los primeros lugares para tomar el café. En ellos, los árabes no solamente tomaban el café y conversaban, sino que también tenían espectáculos musicales y artísticos, jugaban al ajedrez y compartían así las noticias actuales. Estas casas del café se hicieron tan importantes que algunas empezaron a conocerse como Escuelas de Sabios por la información y los conocimientos que se compartían allí.
De “bebida del demonio” a “elixir divino”
Con miles de peregrinos visitando la ciudad sagrada de La Meca cada año, desde todo el mundo, “el vino árabe” rápidamente se exportó a nuevas fronteras. Para el siglo XVII, el café llegó a Europa y comenzó a hacerse popular en varias ciudades.
Pero no todo era éxito: algunos reaccionaban a esta bebida con sospechas y con miedo. Incluso tildaban al café como “la invención amarga de Satanás”. Las entidades católicas de la época llegaron a condenar al café cuando llegó a Venecia en el año 1615.
La controversia fue tal, que incluso el Papa Clemente VIII decidió intervenir. Para tomar una decisión acorde, primero probó la bebida y le gustó tanto que, en lugar de rechazarla, dio su bendición a su uso. En aquella época, los locales, para beber café comenzaron también a ser cetros de comunicación y actividades sociales, extendiéndose a importantes ciudades de Inglaterra, Austria, Francia, Alemania y Países Bajos.
También empezó a acompañar los desayunos de todos, reemplazando a la cerveza y el vino que, en aquella época, eran muy populares. Quienes bebían café en lugar de alcohol comenzaban día enérgicamente y en estado de alerta, mejorando también su rendimiento. Para mediados del siglo XVII, en Londres, había más de 300 centros de café frecuentados por todo tipo de mercaderes, negociantes, marineros y artistas. Muchos negocios crecieron a partir de ese momento como, por ejemplo, Lloyd’s en Londres, que proviene de una casa de café propiedad de Edward Lloyd.
El café como arma de patriotismo en Estados Unidos
A mediados del siglo XVII, el café llegó a otras latitudes como Nueva Ámsterdam, ciudad que después se llamaría Nueva York. El café fue llevado allí por los británicos y, rápidamente, aparecieron los primeros locales de café, aunque el té seguía siendo la bebida más popular el Nuevo Mundo.
Pero todo esto finalizó en 1773 cuando los colonizadores se rebelaron contra los fuertes impuestos del rey Jorge III de Inglaterra, dando lugar así al famoso el Motín del Té en Boston, que cambió para siempre la preferencia del café sobre el té en los Estados Unidos.
Se tiraron 46 toneladas de té al mar en rechazo a estos aranceles. Para muchos norteamericanos, preferir el té llegó a ser algo antipatriótico, y por ello la bebida negra procedente de la Península Árabe tomó el lugar vacío de las tazas y teteras. Tanto es así que, alguna vez, Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos, dijo que el café era “la bebida favorita del mundo civilizado”.
El nuevo “oro alimenticio” del que todos querían su monopolio
A lo largo del siglo XVII, la demanda de grano negro no paró de crecer y la competencia por cultivar café en lugares distintos a Arabia fue cada vez más feroz.
Fueron los neerlandeses los que lograron los primeros campos de café fuera de la Península Árabe en la segunda mitad del siglo XVII. Sus primeros intentos de sembrado en la India habían fallado, aunque lo lograron finalmente en Batavia, un territorio en la isla de Java, conocida hoy como Indonesia. Las plantas comenzaros a dar su enérgico fruto y sus dueños comenzaron a ser grandes comerciantes. Tras Java, el cultivo se extendió a las islas de Sumatra y Célebes.
En 1714, el alcalde de Ámsterdam ofreció un valioso regalo al rey Luis XIV de Francia: una pequeña planta de café. El monarca ordenó plantarla en el Jardín Botánico Real en Paris y en 1723, Gabriel de Clieu, un joven oficial naval, obtuvo unas semillas de las plantas del rey Luis que consiguió llevar a Martinica, una isla del Caribe tras un duro viaje.
De Clieu tuvo que luchar contra un clima nefasto, un saboteador que quiso destruir el café e, incluso, un ataque pirata. Pero, una vez que consiguió plantar aquellas semillas no solo tuvo éxito, sino sembró el inicio de una plantación de más de 18 millones de árboles de café en aquella isla que se mantuvieron durante los siguientes 50 años. De aquel semillero también nacieron todas las plantaciones de Caribe, de Centroamérica y Sudamérica.
Una traición pudo haber favorecido el origen del café en Brasil
El café de Brasil debe su existencia al militar Francisco de Mello Palheta, un enviado del reinado de Juan V de Portugal a la Guyana Francesa para buscar semilleros. En aquel momento, los franceses tenían prohibido vender semillas de café capaces de germinar, y a los brasileños y portugueses se les prohibió hacer negocios con los franceses, por lo que los colonos franceses no cedieron a las peticiones de Francisco de Mello.
No existen evidencias exactas de cómo lo consiguió entonces, pero algunos investigadores llegaron a apuntar que Madame d’Orvilliers, esposa de Claude d’Orvilliers, el gobernador de la Guyana Francesa en aquella época, que puso unas semillas de café en un ramo de flores para Palheta antes de su partida, rendida ante los encantos del militar luso-brasileño. Estas flores, con suficientes semillas escondidas en su interior como para comenzar una plantación, fueron el origen de lo que en el futuro sería una industria de miles de millones de dólares.
Misioneros y otros viajeros, comerciantes y colonizadores siguieron llevando semilleros de café a las nuevas tierras y los árboles de café ya se estaban plantando en todo terreno del globo terráqueo donde fuera posible. Las plantaciones se establecieron en los bosques tropicales y en las altas montañas escarpadas del mundo.
Algunos cultivos proliferaron y muchas naciones basaron su economía en el comercio cafetero. Para finales del siglo XVIII, el café se había vuelto uno de los productos de exportación más importantes de todo el mundo.
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