Magritte nace en una familia conseravadoramente convencional, a priori. A los doce años recibiría clases de dibujo y a los trece, su madre Regina, tras varios intentos de suicidio infructuoso, finalmente cumplía su objetivo. Pese a que no se sepa si René pudo estar presente cuando fue encontrada flotando en el Sambre, se dice que con la cabeza cubierta de telas del vestido, como aparecerían los amantes de su postrera obra, cosa que el pintor negaría. No parece muy atrevido suponer que ésta orfandad marcaría la manera de comprender de Magritte, lo expresivo y conjetural acerca de la vida misma que aquel adolescente tenía aún por proyectarse.